domingo, 26 de agosto de 2007

Mala Educación

Hoy quiero atizar las brazas de esta Lumbre, para proponer una reflexión, a partir de lo ocurrido hace 21 años en el Colegio Padre Liqueno.
No son ajenas a mí, por una cuestión etárea y de experiencia personal, las historias que se tejen sobre colegios con internados, es más, durante mis dos primeros años de secundaria viví en uno de ellos. Pero da tanta tristeza saber que personas a las cuales se les legó un lugar de tanta responsabilidad social y un espacio para poder ejercer sus vocaciones, cometieran semejantes tropelías en nombre de una religión y de un estado.
Les pregunto a aquellos que están a la vera de este fogón, ¿Cómo se puede llegar a pensar que la tortura es correctiva? ¿Cómo se puede creer que un niño es una argamasa a la cual se le puede imponer cualquier formato?, ¿Cómo pueden confundir tantos y tanto el mensaje de su Mesías?
Hemos aprendido en las últimas tres décadas, que no se pueden alegar obediencias debidas, así que tal vez no sea tarde para tratar de curar los males que nos aquejan como sociedad, “solo la verdad nos hará libres”.
Si, ya se que es una frase muy utilizada, pero me pregunto. ¿Qué paso con toda esa comunidad para dejar que ocurriera semejante desmadre y no hacer nada? ¿Por qué eran pobres?, y los familiares de estos niños ¿qué entendían por dignidad? ¿Cómo puede ser que policías, maestros, padres, jueces, y tantos otros agentes sociales no hicieron nada?.
Por lo que entiendo en esta nota publicada en el día de la fecha en La Voz del Interior, (
http://www.lavoz.com.ar/defaultak.asp?edicion=/07/08/26/), esos padres, jueces, policías, maestras, siguieron sus vidas ocultando el horror, para ellos no hubo maíces en la rodilla ni muerte blanca, al contrario es probable que en este momento en que yo me siento ofendido en mi condición humana, ellos estén a la vera de una estufa tomado unos matecitos.
Los antiguos mantenían la Lumbre para protegerse de las alimañas y cocinar los alimentos que aseguraran la supervivencia del grupo, nosotros para lograr lo mismo, debemos ocuparnos de atizar las brazas de la verdad para que la impunidad no pueda asentarse a nuestro alrededor.

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